Pr. Paulo Costa
Introducción
Como elemento introductorio a esta conferencia, me gustaría destacar que la tarea que involucra este tema no es la más ardua, si se compara con los aspectos que se enfatizaron por otros oradores durante esta semana.
Hablar de lo que la Iglesia debe esperar de la Educación Teológica puede parecer demasiado simple si cabe al conferencista hacer una larga lista de todo lo que debe existir, o no, en los seminaristas, cuando, dejando las escuelas teológicas, retornan al día a día de su iglesia. Al mirar, sin embargo, con más énfasis a lo que ha sido propuesto, es necesario tanto para el conferencista como para todo el auditorio, pensar sobre esta cuestión en términos de nuestro contexto contem poráneo. Pero, conviene, antes de llegar a la esencia de la propuesta que voy a tratar aquí, hacer una reflexión sobre la relación Educación teológica e Iglesia.
Nunca ha sido fácil y siendo honesto, no sé si algún día lo será. La historia es testigo de que la tensión entre estos dos elementos (escuela teológica y la iglesia) ha sido una constante. No es mi intención aquí creer o hacer creer al público que sería posible completar en esta conferencia el asunto para cerrar el tema, pero, dentro de la limitación de tiempo, espacio, y también humana, señalaremos algunas de las alternativas que nos permitirán dar continuidad al diálogo en ese campo y disminuir las diferencias existentes en esa relación, acentuando la unidad existente entre ambas, que de hecho, existe.
Si por un lado, la iglesia se pregunta acerca de la relevancia y la necesidad de las escuelas teológicas; por otro lado, las escuelas teológicas evalúan a las iglesias por su falta de madurez bíblica y teológica. De hecho, ambos poseen una interdependencia en esta relación y el diálogo entre ellas siempre debe ser siempre de respeto, amor y compromiso. Son hermanas gemelas, que, aun cuando insistan en separarse, han nacido para vivir juntas. Una necesita de la otra.
Una mirada histórica Sería muy inocente de nuestra parte pensar que la tensión actual entre la educación teológica y la iglesia es algo inherente a nuestra época. Sabemos que, con el transcurrir de los tiempos, hubo diversas alteraciones en el ámbito de la enseñanza teológica, trayendo avances notables, así como también mostrando algunos sesgos causando tendencias y un distanciamiento entre las escuelas teológicas y la Iglesia.
Considerando esto, podríamos, con un ojo crítico, responsabilizar a las escuelas teológicas por no haber percibido las reformas que entraban por sus puertas, proveni entes de las de las nuevas mentalidades seculares y de los cambios de un mundo globalizado. Se torna necesario que haya un gran y permanente diálogo entre la Iglesia y las instituciones teológicas.
Esa Conferencia Teológica nos permite reflexionar sobre la realidad que es buscar una mayor apertura de cuestionamientos nos permitirán echar luces sobre este asunto.
Fundamentación
¿Por qué la iglesia necesita de la escuela teológica? Esta pregunta, hecha por los pastores y líderes eclesiásticos, insiste en perdurar. Veamos algunas razones.
Es lógico que al enviar un cristiano a un seminario, la iglesia no espera recibirlo de regreso, de la misma manera. Después de todo, él habrá pasado por un período de aprendizaje y sabemos que todo conocimiento conlleva un cambio de conceptos. Sucede que la iglesia no tiene ninguna manera de renunciar a algunas cuestiones que se espera que permanezcan intactas en este obrero, es decir, que la ortodoxia sea todavía una columna viva en su mente cuando la escuela lo devuelva a la iglesia después de su curso de entrenamiento.
La experiencia de muchos que sintieron el llamado y fueron a la escuela teológica, reveló, sin embargo, que algunos se perdieron a lo largo de la jornada. Algunos alegan que entraron creyentes y salieron no creyendo en algunas partes de la Palabra de Dios. Entraron con fervor evangelístico y salieron sin amor por los perdidos. Tenían una espiritualidad ferviente y se convirtieron en críticos de todo y de todos. Estas son algunas de las causas que fueron generando en la iglesia un descrédito con respecto a ciertas escuelas de teología.
Al regresar a la iglesia, muchos de estos estudiantes sabían predicar, ministrar buenos estudios bíblicos, pero carecían de la experiencia práctica del ministerio. Revelaron ignorancia con respecto a las relaciones interpersonales. Ellos no supieron cómo manejar particulari dades como tradiciones específicas y los tradicionalismos denominacionales – incluso locales.
Algunos los resultados derivados de esto son las iglesias divididas, los conflictos y el tiempo consumido por cuestiones no esenciales para la vida de la iglesia, ni de su rebaño. En la búsqueda, del responsable por este estado de enfriamiento espiritual, el primer nombre sugerido por muchos críticos es, por supuesto, el de la escuela teológica.
Preparacion global y local
La Iglesia quiere que su candidato a la educación teológica reciba una formación orientada a atenderla, es decir, a nivel local. Este candidato, sin embargo, entra en contacto con muchas teorías, conceptos, valores y teologías que trasponen los límites y el alcance de la comunidad local.
Resultado: se plantea, pues, una seria crítica a la escuela teológica con el fin de hacer un “daño” que va más allá de las concepciones ortodoxas que deben guiar toda la escuela comprometida con la sana doctrina.
Estas son algunas señales que conducen a las iglesias y líderes de la iglesia a cuestionar la razón de ser de las escuelas teológicas. Hay muchas otras razones, pero la escasez de tiempo no nos permite tratarlas en esta conferencia.
Está claro, sin embargo, que una verdad se impone: la iglesia necesita de las escuelas teológicas y vice versa.
El crecimiento de la superficialidad En el contexto brasileño, nos damos cuenta de que muchos pastores y líderes están ilusionados con el crecimiento numérico de la iglesia. Esta mentalidad ha llevado cada vez más al pragmatismo y la inmediatez, se ha centrado en los resultados, sin importar los medios para hacer realidad proyectos y sueños.
Como resultado tenemos una iglesia inmadura, analfabeta de la Biblia, con énfasis en la emoción, llena de gente vacía. Por eso, la iglesia ha sido objeto de críticas por parte de algunas escuelas teológicas, pues se observa falta de visión teológica y el crecimiento de estos pastores.
Algunas realidades que merecen reflexión de la iglesia.
En algunos contextos eclesiásti cos, ha sido observada una expectativa en el sentido de que los candidatos enviados a la escuela teológica no sufran muchos cambios en sus conceptos, lo que en última instancia se convierte en un gran engaño. El resultado es que regresan diferentes y en algunos casos, juzgándose superiores, con más conocimiento que el propio líder local y olvidando un gran principio bíblico, que se trata exactamente de la sumisión, el respeto y la sujeción a la jerarquía ministerial.
¿Qué la se ha hecho en este sentido?
Para que tengamos éxito en la gloriosa tarea de ganar almas para el reino de Dios, es preciso que Escuela Teológica e Iglesia vivan y trabajen en colaboración con base en la unidad de Cristo. Algunas alternativas pueden ser presentadas para que esa relación sea saludable, amorosa y fructífera:
1. Ambas necesitan percibirse como colaboradoras del Reino.
La competición siempre ha sido y siempre será un factor de gran desgracia para iglesias, pastores y líderes. Es necesario que haya una aproximación intencional de ambas partes. Se puede esperar, por parte de la Iglesia un estímulo para orar por las escuelas, llevar a sus miembros a conocerla, adoptar seminaristas, invitar a los profesores para impartir cursos en la iglesia, predicar y testificar.
Las escuelas deben abrir un espacio para escuchar a los pastores, sus necesidades, sus preocupaciones, ofrecer programas específicos para ellos y fomentar su formación continua. Sin esta alianza ambas padecerán.
La iglesia no tiene todos los dones, talentos y herramientas para preparar un teólogo, aunque, equivocadamente algunas piensan poder hacerlo. Por otro lado, la escuela teológica no puede preparar pastores sin el diálogo y el conocimiento de la Iglesia y sus necesidades. Ella prepara y capacita teólogos.
2. Los profesores necesitan estar involucrados en las iglesias locales.
El mundo académico no puede ocurrir en el aislamiento de la iglesia. ¿Cómo estos profesores que preparan a los futuros pastores de las iglesias pueden entrenar sin estar dentro de la iglesia? Esta es sin duda una de las principales causas de la desconfianza.
3. Las escuelas teológicas denominacionales pueden desarrollar un cuadro docente profundamente comprometido con la iglesia local.
Esto puede ser establecido a partir del proceso de contratación del docente. Sin esta condición, yo no veo lugar para ese docente en la escuela. Algunos pueden argumentar: “Pero hay ciertas asignaturas que no requieren de eso.” ¿Cuáles serían? ¿Griego? ¿Hebreo? ¿La Introducción a la Sociología?
No se trata de una materia aislada, sino de un proceso de aprendizaje construido de manera integradora. Todo en la escuela de teología se elabora a partir del perfil del alumno, es decir, el perfil que se desea formar en este futuro teólogo.
El teólogo sin la iglesia es un peligro, porque su compromiso no incluye la misma. Teología se hace con la iglesia. No se hace para ella, se hace para la misión de Dios. La iglesia no es el fin de la misión, al contrario: ella es el comienzo.
4. Escuelas con visión misionológica. Otra causa del profundo descrédito de las escuelas teológicas es la falta de compromiso con la misión de Dios. Es importante que la educación teológica contemple la visión misionológica, incentivando a los alumnos a participar de proyectos misioneros, de plantación de iglesias y de proyectos evangelísticos.
5. ¿Cuál es la razón de existir de la escuela teológica?
En mi opinión, es parte de la misión de Dios aquí en la tierra. Si Dios no tuviera una misión en el mundo, no sería necesario tener escuelas de teología. Pero como Él tiene, entonces la razón de existir debe ser la de preparar hombres y mujeres para cumplirla ser agentes de la misión de Dios al mundo. Esto también debe colocar a la iglesia en su debido lugar.
La iglesia no es la razón de ser para la escuela de teología. Ella es el instrumento de Dios para su misión. La iglesia, a través de sus pastores y líderes, que pone barreras a las vocaciones pastorales, no se está posicionando en contra de la escuela de teología, sino en contra de la propia misión de Dios y tendrá que prestar cuentas a Él.
La educación teológica debe sumergir al estudiante en un proceso integral de formación y práctica, con la esperanza de que, al final de su entrenamiento teológico, él esté suficientemente preparado para ayudar a la Iglesia a realizar su tarea principal: anunciar las buenas nuevas de salvación.
Está claro que la formación teológica es un proceso para toda la vida y continúa después que el estudiante completa sus estudios teológicos.
Conclusión
La Iglesia espera de las Escuelas Te ológicas, un auxilio en la formación teológica de sus alumnos, capacitándolos para que no solamente sepan manejar las Sagradas Escrituras, pero que también al exponerla, lo hagan de manera correcta, coherente, y sobre todo, de modo que en todo tiempo, el nombre del Señor sea glorificado.
Sabemos que la formación teológica en sí misma, si no es diseminada, se torna sólo una información más. Sin embargo, cuando ella es compartida bajo la inspiración del Espíritu Santo y de manera adecuada, tiene un gran poder en la transformación de vidas y en la formación espiritual.
La orden del día no es la competición, sino la cooperación. Cooperación, porque Iglesia y la Educación Teológica deben complementarse. La Escuela teológica da la formación y la capacitación teológica genuina, y la Iglesia complementa con la formación ministerial adecuada, en consonancia con sus costumbres y dogmas.